Laura vive a través del softbol su vida y los sueños de su hermana fallecida
La única barranquillera en la Selección Colombia de bola rápida lucha lograr sus metas y las de su hermana.
Colombia ganaba 11-4 a República Dominicana. Era la parte baja del cuarto acto y, con tres carreras más, la novena nacional vencería por nocaut en el que era su debut en el primer Panamericano sub-17 de bola rápida. De un momento a otro las gradas del estadio Edgardo Schemell de Barranquilla se alborotó: la única ‘currambera’ del equipo iba a tomar su primer turno al bate.
Laura Rubio Ortiz entró para buscar un batazo que acercara a su equipo a la victoria definitiva. Tras un par de lanzamientos, un pelotazo de la lanzadora dominicana la hizo retorcer del dolor allí mismo en el plato. Sin embargo, ese dolor físico no se compara con los golpes que ha tenido que superar su corazón para mantenerse en la lucha.
“Primero le doy gracias a Dios por permitirme estar acá con la Selección Colombia. Es un privilegio grande ser la única del Atlántico aquí en la Selección, entre tantas que también quisieran de tener la oportunidad y yo fui la elegida entre ellas. Es una oportunidad que tengo que aprovechar desde el primer partido, hasta el último”, explicó llena de determinación a Zona Cero.
De vuelta al diamante, Colombia llenó sus bases y la jardinera derecha, Amanda Polo sacudió un triple profundo al jardín central, con lo que limpió las bases y sentenció el debut histórico de Colombia en la categoría dejando en el campo a las dominicanas con registradora de 14-4. La treceava carrera llegó en las piernas de Laura.
“No comencé jugando el partido, quizás porque me están guardando para los siguientes juegos. Y pues sí, anoté una de las carreras ganadoras”, respondió sin hacerse muchos líos, pues reconoce en ella misma características como ser “fuerte, habilidosa y muy veloz. En el bateo soy muy agresiva y me gusta muchísimo”.
Doblemente en casa
Laura no podría sentirse más a gusto bajo esta situación. Ella inició en el softbol jugando en las Pequeñas Ligas del Norte, en la organización dirigida por Ana de Peláez. Hoy en día, sobre el antiguo escenario donde empezó a jugar se erige el nuevo Edgardo Schemell, lo cual la motiva doblemente.
“Me siento con una responsabilidad bien grande, siendo la representante del país y del Atlántico. Una responsabilidad muy grande que tengo de afrontar. No me colé, fue mi talento que dio la cara por mi, eso es lo que me ha llevado a representar a mi país. A los directivos y técnicos les doy muchas gracias porque me han llevado desde muy pequeña, por el apoyo. Miren ahora donde estoy”, afirmó.
Ponchando la tragedia
Volviendo sobre ese pasado, uno entiende la fortaleza mental que ha adquirido a tan corta edad. Como se dijo, ese pelotazo en la cuarta entrada no es nada en comparación a los verdaderos golpes de la vida que a tan corta edad ha tenido que superar y que ha cultivado anhelos en su corazón.
Hace cinco años, el 6 de mayo de 2014 los medios de Barranquilla informaron el hallazgo en las playas de Salgar, jurisdicción de Puerto Colombia, en el departamento del Atlántico, del cuerpo de una niña fallecida que había muerto por inmersión un par de días atrás.
Su identidad era Alexandra Rubio Ortiz, de 16 años, hermana de la hoy pelotera de la Selección Colombia.
“Yo tenía una hermana que jugaba, Alexandra Rubio, y lamentablemente ella falleció hace cinco años. Entonces, yo quiero seguir este sueño. Yo venía con ella a jugar. Con el favor de Dios me va ir muy bien y voy a salir adelante”, juró consumida por las lágrimas y con la voz quebrada.
Pese a la tragedia, Laura no se dejó ponchar el alma. Cuando se encontraba en 3-2, entre el dolor y la amargura, la botó de jonrón por su vida. Decidió soñar y ponerlo todo para ella misma y para sus padres.
“Mi sueño en este momento es lograr ser campeona con la Selección Colombia y lograr un cupo en una universidad, para así tener dinero para poder comprar una casa para mis padres. Yo vivo en los Olivos segunda etapa, en el suroccidente. Yo quiero ser médico cirujano”, cerró.
Aún secándose las lágrimas por el recuerdo a flor de piel de su hermana, Laura se aleja con el resto de su compañeras. Vive su propio sueño, que al tiempo es el de Alexandra. Anhelos que viajan con más fuerza que cualquier pelotazo que le puedan propinar y con la contundencia de un batazo ganador en la última entrada.